El inútil tacógrafo inteligente, hecho a gusto de la patronal.

El trabajo de autobusera o autobusero ( o camionera o camionero), por estar sometido al selector de actividades del tacógrafo, hace que nuestra profesión sea única. En ningún otro sector disponen de este aparato. Disponen de máquinas, dispositivos o sistemas para fichar cuando entran y salen del trabajo, y nada más. Fichan al entrar y comienzan a contar las horas de trabajo, y cuando se van a casa fichan al salir y se acaba la jornada. Y punto, no hay más que hablar. El tacógrafo es un aparato que cuando lo inventaron no nos preguntaron a las conductoras y conductores qué es lo que debía marcar, sino que se lo preguntaron a la patronal, por eso los diseñaron a su gusto. Y por eso el tacógrafo digital es una mierda más grande de lo que ya era el analógico.

Hoy en día es un aparato complejo y liante, lleno de símbolos y muchas chorradas innecesarias, y por algo existen los cursos de tacógrafo digital y los peritos de tacógrafo. El selector de actividades es el timo más grande que nos han colado a las conductoras y conductores. Para empezar es un aparato cuelacamas, cuando paras el motor aparece automáticamente una camita porque los martillos son cosa de comunistas si los juntas con la hoz. Mirar que sencillo si sus diseñadores nos hubieran preguntado a nosotras y nosotros, y no a la patronal:
1. Si el tacógrafo detecta que no hay tarjeta insertada, el motor no arranca. Sin posibilidad de truco.
2. Desaparece del SELECTOR DE ACTIVIDADES el MIERDOSO SÍMBOLO CAMA.
3.Para hacer descanso de 15, 30 o 45 minutos hay que sacar la tarjeta. Si por ejemplo vuelves a meter la tarjeta a las 2 horas de sacarla, o a las 3 horas, 4, 5, 6, 7, 8,9, 10 o menos de 11, el tacógrafo solo contabiliza 45 minutos de descanso y lo demás como otros trabajos.
4. Lógicamente tendría que bajar la disponibilidad a 13 horas, desaparecer los descansos diarios de 9 horas y ser de 11 horas consecutivas.
5.El tacógrafo, con la tarjeta insertada, detecta conducción cuando el vehículo está circulando, y cuando está detenido detecta otros trabajos. Por lo que solo se pueden hacer entradas manuales de otros trabajos.

CONCLUSIÓN: Los tacógrafos actuales han sido diseñados con el símbolo cama para beneficio del empresariado y perjuicio de conductoras y conductores. Todas y todos sabemos que hay empresas que obligan a poner el selector en cama y olvidarse de que existe el selector de otros trabajos. Con esta nueva manera de diseñar tacógrafos la empresa abusadora podría obligarte a sacar la tarjeta durante varias horas, pero al volver a introducirla, porque recordemos que si no el motor no arrancaría, solo marcaría 45 minutos de descanso y el tiempo restante otros trabajos.

Los tacógrafos actuales, llamados inteligentes, posibilitan el abuso empresarial, mirar qué inteligentes son. A ver si los sindicatos realizan movilizaciones serias contra el tacógrafo actual para que tengamos un tacógrafo no inteligente, con un mecanismo casi tan sencillo como los aparatos de fichar de las fábricas, porque sería posible su diseño e implantación.

Ya está bien de que quien haga las leyes haga las trampas, y de que quien haga los tacógrafos posibilite con su diseño farragoso la explotacion laboral, las horas no computadas como trabajo, la precariedad, la dedicación a la empresa más horas que las que dedicas a tu familia, que ya tiene guasa pasar más tiempo en la empresa que en tu propia vida, que ya debería ser delito.

Es la esclavitud encubierta, con el beneplácito y la complicidad de un tacógrafo llamado inteligente pero que es a día de hoy un aparato bastante INÚTIL, ineficaz, anclado en tiempos laborales tenebrosos del siglo dieciocho, y para nada contribuyente en mejorar los derechos y la vida de los trabajadores, cuando ya se está hablando de rebajar a 37 horas y media esas 40 horas del Estatuto de los trabajadores. Recordad, el tacógrafo está diseñado con opciones a que se dé la trampa que beneficie al empresario abusador y perjudique a las conductoras y conductores.

EL TACÓGRAFO INTELIGENTE: EL TACÓGRAFO INÚTIL.

Enrique Andrade